En la última cena, Jesús quiso quedarse con nosotros presente en la Eucaristía. Convirtiéndose en alimento cotidiano: Pan y vino. También consagró a sus discípulos como sacerdotes para que prolonguen su presencia salvadora en la Iglesia.
Durante esa cena, nos regaló el mandamiento del amor lavándole los pies a sus discípulos:
"Si Yo, que soy el Señor y el maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros"
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